Escudo


La mañana del 15 de septiembre de 1887, el edificio del Instituto Científico y Literario estaba de fiesta. El motivo del festejo era la entrega de un estandarte al colegio, en el marco del homenaje a los héroes de la independencia.

El licenciado José Zubieta, gobernador del Estado de México, entregó el escudo del Instituto a su director, don Joaquín Ramos, quien procedió a dar una explicación de sus símbolos, que la letra dice:

Con el color verde de su fondo, nuestro colegio manifiesta sus esperanzas de que seáis sus dignos hijos, honrándole lo mismo que a vuestras familias y a vuestra patria.

En la estrella de su coronamiento veréis el destello inextinguible de lo inmenso, la luz debe brillar en vuestra inteligencia con el reflejo de la ciencia. La luz con que vuestros maestros se guían haciendo penetrar pasó a paso el terreno que desconocéis, mientras formáis vuestros corazones. La luz que debéis pedir a la omnipotencia para encontrar siempre la verdad y seguir con paso firme en la vida, por el camino del bien.

La colmena está representando un Estado regido por la sabia organización, las laboriosas abejas, el pueblo en que se excluye de la comunidad a los ociosos. En esta institución modelo, cada individuo cumple con sus obligaciones sin tratar ninguno de sobreponer a los demás. La actitud de las abejas hace que se conozca como símbolo de la virtud de obrar.

Una corona de encino y olivo recuerdan el amor a la patria y a la paz del alma, por una conciencia recta que es también la tranquilidad del hogar, buscando siempre laureles para enaltecerla con la Ciencia y el Trabajo.

También se encuentra el Pabellón nacional, a cuyo derredor deben agruparse, si la Patria os llama a la defensa.

El escudo, desde aquella primera versión, ha cambiado la representación gráfica del lema institucional: "Patria, Ciencia y Trabajo", que aún hoy la Universidad conserva.

A través del tiempo, el escudo fue modificado, pero aún conserva la misma simbología de 1887; ha permanecido sin cambio desde 1945, salvo que decía "Instituto Científico y Literario Autónomo", actualmente dice "Universidad Autónoma del Estado de México".



La Mora

El viejo árbol que aún hoy se conserva en la explanada oriental del edificio de Rectoría, la mora, se convirtió con el tiempo en un símbolo viviente que iba marcando la creciente antigüedad del Instituto.

La mora ya estaba ahí cuando Sánchez Solís asumió por primera vez la dirección del Instituto. Todos los alumnos y profesores la recuerdan. En 1977, éste viejo árbol estaba prácticamente seco y agotado. El rector Carlos Mercado Tovar, ex-institutense, hizo que se le diera la atención necesaria para revitalizarlo. Hoy florece y da frutos.



El Himno

Nadie conoce a ciencia cierta la verdadera antigüedad y el origen del Gaudeamus Igitur, considerada la más vieja y alegre canción del estudiante de la Edad Media y como encarnación de la libre y fácil vida estudiantil, que a través del tiempo se ha convertido extraoficialmente en el himno universitario, tanto en Europa, como en América.

La discusión de que proviene del siglo XIII, se basa en la evidencia de un manuscrito latino fechado en 1287 en la Biblioteca Nacional de París, el cual contiene un poema llamado “Proposui de Scribere” que inicia con dos versos casi idénticos a dos de los versos posteriores del Gaudeamus Igitur. Sin embargo las palabras “Gaudeamus Igitur” no aparecen en ninguna parte del poema. Además, el manuscrito esta musicalizado, pero no tiene ninguna semejanza con la melodía conocida del Gaudeamus.

Posteriormente apareció el escrito, de autor anónimo, con los versos ahora conocidos, siendo el título original “De brevivate vital” (Sobre la brevedad de la vida). Los versos no son contemporáneos de la música, pues en algunas estrofas se encuentra una actitud religiosa y un tono que son característicos del siglo XIII.

El Gaudeamus Igitur, también se cree que se basó en un himno escrito en 1482 por el profesor latino Antonio Arceo, el cual comenzaba con la estrofa: “Gaudeamus, Dulces Homeriaci” y la cantaban los poetas (“vates”) del Noster. El himnos de Arceo fue musicalizado en 1511 y posteriormente, fue transformado en el celebre Gaudeamus Igitur.

Una traducción al alemán de todos los versos, fue hecha aproximadamente en 1717 por Johann Christian Günther y este texto alemán, sin música, se imprimió en el “Sammlung von Johann Christian Gunthyers”, en Freankfurt y Leipzig en 1730.

Aparte del manuscrito en latín de 1287, aparece otro con la más vieja versión de los versos latinos, en un libro estudiantil de música entre 1723 y 1750 en la Biblioteca de Westdeutsche, Marburg (Alemania), con una diferencia considerable de la versión actual.

El primer conocimiento de la versión moderna de las palabras latinas a una traducción alemana, está en el libro “Studentenlieder” (Líder estudiantil) de C. W. Kindleben, publicado en Halle en 1781, sin embargo no se ha localizado en ninguna copia de este trabajo, pero una reimpresión de 1849 del facsímil esta en la Biblioteca de Halle..

En 1782 la melodía era tan conocida que en la “Akademisches Liederbuch” (en Desau y Leipzig), August Niemann señaló tres poemas para ser cantados (bajo título alemán).

La primera impresión de la actual melodía está en el “Lieder für Freunde der Geselligen Fraude” publicado en Leipzig en 1788. Aquí, la música acompaña la traducción alemana.

Quizá el primer conocimiento que se tuvo de las palabras latinas junto con la melodía, fue en la ópera de Ignaz Walter llamada “Doctor Faust” (DoctorFausto), interpreatada en 1797 en Bremen, en esta ópera, los estudiantes en el sótano de “Auerbach” cantan el “Gaudeamus Igitur”. No se ha encontrado ninguna impresión de la música de esta ópera.

Gustaf Schwentske, escribió una publicación en Halle (1872), emncionando que algunas partes musicalizadas eran parecidas al ritmo de Carmina Burana, y analizaba canciones que con el paso de los siglos, originaron el “Gaudeamus Igitur”, que el autor consideró himno del Goliardia alemán y por esta apreciación muchos erróneamente, la insertan en la colección del Carmina.

Un libreto contemporáneo sin fecha, publicado por Friedrich Meiers Revén, en Bremen, menciona las palabras de “Gaudeamus Igitur” y posteriormente, en el siglo XIX, Even Johannes Brahms (1833 – 1897), uno de los grandes maestros de la música universal, doctor honoris causa por las universidades de Oxford y Cambridge, incorporó el Gaudeamus Igitur a su famosa obra “Akademische Fest – Ouverture, opus 80” (Obertura del Festival Académico) para orquesta, publicada en 1881.

Actualmente, algunas de sus estrofas son entonadas en las grandes ocasiones, principalmente académicas e infunden al público la jovialidad y el entusiasmo que son característicos de los estudiantes y que se extienden a los profesores.

En la Universidad Autónoma del Estado de México, desde hace por lo menos una década se ha hecho costumbre entonar una parte del Gaudeamus Igitur al principio de las ceremonias y el himno universitario al final. De esta manera, la comunidad universitaria local se siente hermanada con todos los universitarios del mundo.